“Habiendo sido todo esto fruto de la gracia, o sea, don del Espíritu Santo, se ve la razón de convencer el Espíritu Santo al mundo de pecado, por no haber creído en Cristo, y de justicia, porque los de buena voluntad creyeron, aun sin ver, a aquel en quien creyeron, y esperaron que, por su resurrección, también ellos habían de resucitar plenamente; y de condena, porque, si los que no creyeron hubiesen tenido voluntad de hacerlo, nadie se lo habría impedido, pues el príncipe de este mundo ya fue sentenciado”
(Sermón 143, 5).
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