“¿No es un hortelano quien sembró el grano de mostaza, esa semilla pequeñísima y llena de vigor? Semilla que creció, se elevó y se convirtió en un árbol tan grande que hasta las aves del cielo reposan en sus ramas. Si tuvierais fe, dice el mismo Señor, como un grano de mostaza... Poca cosa parece el grano de mostaza; nada es más despreciable a la vista, y, sin embargo, nada tiene más vigor. Todo lo cual, ¿qué otra cosa significa sino el entusiasmo extraordinario y la fuerza íntima de la fe en la Iglesia?”
(Sermón 246, 3).
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