“Sigamos sus huellas con la fe, y sigámosle también en el desprecio del mundo. Los premios celestiales no se prometen solamente a los mártires, sino también a quienes siguen a Cristo con fe íntegra y perfecto amor… Y, si es llamada por Dios antes de llegar al combate, la fe dispuesta para el martirio recibirá, sin pérdida de tiempo, la recompensa de manos del juez divino. En tiempos de persecución se corona la milicia; en tiempos de paz, la constancia”
(Sermón 303, 2).
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