“La fe no desfallece, porque la sostiene la esperanza. Elimina la esperanza, y desfallecerá la fe. ¿Cómo va a mover, aunque sólo sea los pies, para caminar quien no tiene esperanzas de poder llegar? Si, por el contrario, a la fe y a la esperanza les quitas el amor, ¿de qué aprovecha el creer, de qué sirve el esperar, si no hay amor? Mejor dicho, tampoco puede esperar lo que no ama. El amor enciende la esperanza, y la esperanza brilla gracias al amor. Pero ¿qué fe habrá que elogiar cuando lleguemos a la posesión de aquellas cosas que hemos esperado creyendo en ellas sin haberlas visto? Porque la fe es la prueba de lo que no se ve. Cuando veamos, ya no se hablará de fe”
(Sermón 359 A, 4).
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