“Cuando hace poco se os leía el Evangelio, oísteis: Si te es posible creer, dice el Señor Jesús al padre del niño, si te es posible creer, todo es posible para quien cree. El, mirándose a sí mismo y puesto en presencia de sí mismo, sin confiar temerariamente, sino examinando antes su conciencia, observó en sí mismo algo de fe, pero vio también la duda. Vio una y otra cosa. Confesó tener una y pidió ayuda para la otra. Creo, Señor, dijo. ¿Qué debía añadir si no: «Ayuda mi fe»? Pero no dijo esto. Creo, Señor. Veo aquí algo, y por eso no estoy mintiendo. Creo, digo la verdad. Pero veo también no sé qué cosa que me desagrada”
(Sermón 43, 9).
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