“Por su divinidad está siempre con nosotros; pero, de no alejársenos corporalmente, veríamos siempre su cuerpo con ojos carnales y no llegaríamos a creer espiritualmente; y esta fe es necesaria, para que, justificados y beatificados por ella y limpio el corazón, merezcamos contemplar a este mismo Verbo Dios en Dios, por cuyas manos fueron hechas todas las cosas y se hizo carne para morar entre nosotros. Y si no es tocando con la mano, sino con el corazón, como se cree para justificarse, con razón ha de ser culpado de injusticia el mundo, que no quiere creer si no ve. Y para que nosotros tuviésemos la justicia de la fe, de la que será culpado el mundo incrédulo, dijo el Señor: De justicia, porque voy al Padre, y no me veréis. En otros términos: Esta es vuestra justificación: creer en mí, vuestro mediador”
(Sermón 143, 4).
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