“Creed, pues, que el precepto del Padre es la vida eterna y que el Hijo en sí mismo es la vida eterna; admitidlo así, creedlo así para que lo entendáis; porque, según el profeta, si no creéis, no entenderéis. Si no podéis abarcarlo, ensanchaos. Oíd al Apóstol: Dilataos; no os juntéis bajo un mismo yugo con los infieles, que os son tan desiguales. Quienes rehúsan creer esto sin haberlo antes entendido, son infieles, y por haber querido ser infieles quedarán sin entenderlo. Crean, pues, para comprenderlo”
(Sermón 140, 6).
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