“De donde se sigue que hemos de creer en el corazón para la justicia y profesar con la boca para la salvación que el mismo hijo unigénito de Dios no sólo nació hombre de hombre, sino que también sufrió todo lo humano hasta la muerte y sepultura… Desde que hemos comenzado a decir que creemos en Jesucristo, su hijo único y Señor nuestro, todo lo restante que se afirma de él no ha de entenderse sino de Jesucristo, el hijo único de Dios y Señor nuestro”
(Sermón 214, 7).
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