“No obstante, según pienso, quedó suficientemente claro a vuestra caridad que estamos también justificados en la medida en que lo permite nuestro estado de peregrinación, en el que vivimos de la fe hasta que gocemos de la visión. Se comienza, pues, por la fe, para llegar a la visión: se corre por el camino en busca de la patria. En esta peregrinación dice nuestra alma: Ante ti están todos mis deseos y no se te ocultan mis gemidos. En la patria no habrá lugar alguno para la oración, sino sólo para la alabanza. ¿Por qué no para la oración? Porque nada faltará. Lo que aquí es objeto de fe, allí será objeto de visión; lo que aquí se espera, allí se poseerá; lo que aquí se pide, se recibe allí”
(Sermón 159, 1).
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