“Ahora, repito, construid con amor espiritual la casa de la fe y de la esperanza; construidla con las buenas obras que no existirán allí, porque no habrá indigencia alguna. Poned, pues, como cimiento en vuestros corazones los consejos de los profetas y apóstoles; echad delante vuestra humildad cual pavimento liso y llano; defended juntos en vuestros corazones la doctrina saludable con la oración y la palabra cual firmes paredes; iluminadlos con los divinos testimonios cual si fueran lámparas; soportad a los débiles como si fuerais columnas; proteged bajo los techos a los necesitados, para que el Señor nuestro Dios os recompense los bienes temporales con los eternos y os posea por siempre una vez acabados y dedicados”
(Sermón 337, 5).
No hay comentarios:
Publicar un comentario