“Si permaneciese siempre aquí, visible a estos ojos, la fe no merecería elogio alguno. Ahora, en cambio, se dice a un hombre: «Cree». Pero él quiere ver. Se le replica: Cree ahora, para poder ver alguna vez. La fe origina el merecimiento; la visión es el premio. Si quieres ver antes de creer, pides la recompensa antes de realizar el trabajo. Eso que quieres poseer tiene un precio. Tú quieres ver a Dios. El precio de tan gran bien es la fe. ¿Quieres llegar y no quieres caminar? La visión es la posesión; la fe, el camino. Quien rehúsa la fatiga del camino, ¿cómo puede reclamar el gozo de la posesión?”
(Sermón 359 A, 3).
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