“¿Cree, acaso, el que ve? Cree quien no ve, una cosa es creer y otra ver. Cree ya que no ves, a fin de que creyendo lo que no ves merezcas ver lo que crees. Lo que merece la visión es la fe; la recompensa de la fe es la visión. ¿Por qué exiges la recompensa antes del trabajo? Cree, por tanto, y camina en la fe: tu salvación está en la esperanza. Ha comenzado ya a curarte el mejor médico, aquel para quien no hay
enfermedad incurable”
(Sermón 97 A, 2).
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