“Así, pues, nadie que no lo haya invocado puede salvarse, y nadie puede invocarlo si antes no ha creído. Tal es el orden lógico: primero se cree en él y luego se le invoca; por eso recibís hoy el símbolo de la fe, norma de vuestro creer, y dentro de ocho días recibiréis la oración según la cual habéis de invocarle”
(Sermón 213, 1).
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