“Los cristianos católicos—dicen—tienen a Cristo por fundamento, de cuya unidad no se han separado, aunque hayan edificado sobre ese fundamento una vida desordenada, como maderas, heno y hojarasca. La verdadera fe, que hace que Cristo sea su fundamento, aunque con daño, pues serán abrasadas las cosas que fueron edificadas sobre él, podrá librarlos algún día de la perpetuidad del fuego. Responda a esto brevemente el apóstol Santiago: Si uno dice que tiene fe y carece de obras, ¿le podrá salvar la fe?”
(La ciudad de Dios 21, 26, 1).
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