“Se alejó de ellos corporalmente, a la vez que lo tenían consigo mediante la fe. He aquí el motivo por el que nuestro Señor se ausentó de toda Iglesia y subió al cielo: para edificar la fe. Si no conoces más que lo que ves, ¿dónde está la fe? Si, en cambio, crees hasta lo que no ves, cuando lo veas te llenarás de gozo. Se edifica la fe, porque después se recompensará con la visión. Llegará lo que no vemos; llegará, hermanos, llegará. Atento a cómo vaya a encontrarte. Llegará también el momento por el que preguntan los hombres: «¿Dónde, cuándo, cómo será?» «¿Cuándo sucederá eso?» «¿Cuándo ha de venir?» Ten la seguridad: llegará. Llegará, aunque tú no lo quieras. ¡Ay de los que no lo creyeron! ¡Qué gozo para quienes lo creyeron! ¡Se llenarán de alegría los fieles, y de confusión los infieles!”
(Sermón 235, 4).
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