En Dios no hay accidentes
“Dios es, sin duda, sustancia, y si el nombre es más propio, esencia; en griego ousia. Sabiduría viene del verbo saber; ciencia, del verbo scire, y esencia, de ser. Y ¿quién con más propiedad es que aquel que dijo a su siervo Moisés: Yo soy el que soy; dirás a los hijos de Israel: El que es me envía a vosotros? Todas las demás sustancias o esencias son susceptibles de accidentes, y cualquier mutación, grande o pequeña, se realiza con su concurso; pero en Dios no cabe hablar de accidentes; y, por ende, sólo existe una sustancia o esencia inmutable, que es Dios, a quien con suma verdad conviene el ser, de donde se deriva la palabra esencia. Todo lo que se muda no conserva el ser; y cuanto es susceptible de mutación, aunque no varíe, puede ser lo que antes no era; y, en consecuencia, sólo aquel que no cambia es, sin escrúpulo, verdaderamente el Ser” (La Trinidad 5, 2, 3).
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