Medítese santamente
“Quiero añadir todavía algo, para lo que requiero de vosotros una atención realmente más viva y devoción para con Dios. Solamente los cuerpos están sometidos al espacio y ocupan lugar. La divinidad está más allá de los lugares corpóreos. Nadie la busque como si residiera en el espacio. Está en todas partes, invisible e inseparablemente: no aquí más y allí menos, sino en todas partes en su totalidad y en ningún lugar dividida. ¿Quién ve esto? ¿Quién lo comprende? Detengámonos un poco; recordemos quiénes hablamos y de qué estamos hablando. Esto o aquello, cualquier cosa que sea lo que Dios es, créase piadosamente, medítese santamente, y en la medida que se nos conceda, en la medida que sea posible, compréndase aunque no sea posible expresarlo. Cesen las palabras, calle la lengua; despiértese y levántese hacia allí el corazón. No es algo que tiene que subir al corazón del hombre, sino algo adonde el corazón del hombre ha de subir. Prestemos atención a la criatura: Desde la creación del mundo, lo invisible de Él es conocido por la mente a través de lo que ha sido hecho. Quizá en las cosas que hizo Dios, con las cuales tenemos cierta familiaridad por la costumbre, podamos encontrar alguna semejanza que nos sirva para probar que existe un conjunto de tres cosas, las cuales se nos presentan separadas y actúan inseparablemente” (Sermón 52, 15).
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