La inhabitación es inseparable
“Siendo esto así, puesto que la remisión de los pecados no se da sino en el Espíritu Santo, sólo puede darse en aquella Iglesia que tiene el Espíritu Santo. Eso se verifica en la remisión de los pecados, para que el príncipe del pecado, ese espíritu que está dividido contra sí mismo, no reine en nosotros, para que librados de la potestad del espíritu inmundo, nos convirtamos luego en templos del Espíritu Santo, que nos limpia dándonos el perdón, y recibiendo a ese huésped para actuar, aumentar y perfeccionar la justicia… No habita en nadie el Espíritu Santo sin el Padre y el Hijo, como tampoco el Hijo sin el Padre y el Espíritu Santo, ni el Padre sin los otros dos. La inhabitación es inseparable, pues es inseparable su operación… La sociedad de unidad de la Iglesia de Dios, fuera de la cual no se da la remisión de los pecados, es como obra propia del Espíritu Santo; pero cooperan el Padre y el Hijo, puesto que el Espíritu Santo es en cierto modo la sociedad del Padre y del Hijo. El Hijo y el Espíritu Santo no tienen en común el Padre, pues no es Padre de ambos; el Padre y el Espíritu Santo no tienen en común el Hijo, pues no es hijo de ambos; en cambio, el Padre y el Hijo tienen en común al Espíritu Santo, pues es Espíritu único de ambos” (Sermón 71, 33).
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