“La solemnidad del día de hoy nos trae a la memoria la grandeza del Señor Dios y de su gracia, que ha derramado sobre nosotros. Por esto precisamente se celebra la solemnidad: para que no se borre del recuerdo lo que acaeció una sola vez.
Solemnitas proviene de solet in anno, es decir, solemnidad indica lo que suele acontecer cada año; del mismo modo, se habla de perennidad de un río, porque no se seca en el verano, sino que fluye todo el año.
Perenne significa per annum (a lo largo del año), como solemne lo que solet in anno (suele celebrarse una vez al año).
Hoy celebramos la llegada del Espíritu Santo. En efecto, el Señor envió desde el cielo el Espíritu Santo prometido ya en la tierra. De esta manera había prometido enviarlo desde el cielo: Él no puede venir en tanto no me vaya yo; mas, una vez que yo me haya ido, os lo enviaré. Por eso padeció, murió, resucitó y ascendió; sólo le quedaba cumplir la promesa…
A la espera de esta promesa, estaban reunidos en una casa orando, puesto que deseaban ya con la misma fe lo mismo que con la oración y anhelo espiritual.
Eran odres nuevos a la espera del vino nuevo del cielo que llegó”
(Sermón 267, 1).
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