“Esta contemplación se nos promete como término de nuestros trabajos y plenitud eterna de nuestro gozo...
Cuando lleguemos a dicha contemplación, no anhelaremos otra cosa… Este gozo apagará nuestros deseos.
Se nos mostrará al Padre, y esto basta.
Bien lo entendía Felipe cuando dijo al Señor: Muéstranos al Padre y nos basta. Entonces aún no comprendía que podía decir también: Señor, muéstranos a ti mismo y nos basta.
Con el fin de abrir a la verdad su entendimiento, respondió el Señor: ¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me habéis conocido? Felipe, el que me ha visto a mí, vio al Padre.
Mas como deseaba el Señor que Felipe lo viese por fe antes de contemplarle por visión, prosiguió diciendo: ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí?
Mientras vivimos en el cuerpo, peregrinamos ausentes del Señor, pues caminamos por fe y no por visión”
(La Trinidad 1, 8, 17).
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