(Sermón 221, 1).
Todo ha sido renovado
"Con su resurrección, nuestro Señor Jesucristo convirtió en glorioso el día que su muerte había hecho luctuoso. Por eso, trayendo solemnemente a la memoria ambos momentos, permanezcamos en vela recordando su muerte y alegrémonos acogiendo su resurrección. Esta es nuestra fiesta y nuestra Pascua; no ya en figura, como lo fue para el pueblo antiguo la muerte del cordero, sino hecha realidad, como a pueblo nuevo, por la víctima que fue el Salvador, pues ha sido inmolado Cristo, nuestra Pascua, y lo antiguo ha pasado, y he aquí que todo ha sido renovado. Lloramos porque nos oprime el peso de nuestros pecados y nos alegramos porque nos ha justificado su gracia, pues fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Tanto llorando en lo primero como gozando en lo segundo, estamos llenos de alegría. No dejemos que pase inadvertido con olvido ingrato, sino que celebremos con agradecido recuerdo lo que por nuestra causa y en beneficio nuestro tuvo lugar: tanto el acontecimiento triste como el anticipo gozoso. Permanezcamos en vela, pues, amadísimos, puesto que la sepultura de Cristo se prolongó hasta esta noche, para que en esta misma noche tuviera lugar la resurrección… Nuestra devoción hace honor a tan gran misterio, para que como nuestra fe, corroborada por su resurrección, está ya despierta, así también esta noche, iluminada por nuestra vigilia, destaque por su resplandor para que podamos pensar con dignidad, junto con la Iglesia extendida por todo el orbe de la tierra, en no ser hallados envueltos en la noche. Para tantos y tantos pueblos que bajo el nombre de Cristo congrega por doquier esta célebre solemnidad, se puso el sol, pero sin dejar de ser de día, pues la luz de la tierra tomó el relevo de la luz del cielo"
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