Nuestro alimento y bebida será el Aleluya

“No sin motivo, hermanos míos, conserva la Iglesia la tradición antigua de cantar el Aleluya durante estos cincuenta días. Aleluya y alabanza a Dios son la misma cosa. Con él se nos anticipa simbólicamente, en medio de nuestras fatigas, qué haremos en el descanso eterno. 
En efecto, cuando después del trabajo presente lleguemos a aquel descanso, la única ocupación será la alabanza de Dios, todo nuestro obrar se reducirá al Aleluya. 
¿Qué significa Aleluya? Alabad a Dios. 
¿Quién alaba a Dios sin desfallecer a no ser los ángeles? No sufren hambre ni sed, no enferman ni mueren. 
También nosotros hemos cantado el Aleluya; se cantó ya esta mañana, y hace poco, cuando yo aparecí, volvimos a cantarlo. 

Llega hasta nosotros un cierto olor de aquella alabanza divina y de aquel descanso, pero es más fuerte el peso de la mortalidad. El simple repetirlo nos cansa, y queremos reponer las fuerzas de nuestros miembros; si dura mucho tiempo, nos resulta gravoso el alabar a Dios por el estorbo de nuestro cuerpo. 

Si la plenitud ha de consistir en el canto ininterrumpido del Aleluya, tendrá lugar sólo después de este mundo y estas fatigas. ¿Qué hacer, pues, hermanos? Repitámoslo cuantas veces podamos para merecer cantarlo por siempre. Nuestro alimento, nuestra bebida, nuestro descanso y todo nuestro gozo allí será el Aleluya, es decir, alabanza de Dios. 

¿Quién, en efecto, alaba algo sino el que goza sin fastidio? 
¡Cuál no será, pues, el vigor del espíritu; cuál la inmortalidad y la solidez del cuerpo, si ni la mente decaerá de la contemplación de Dios ni los miembros sucumbirán en esa interminable alabanza de Dios!”. 

(Sermón 252, 9).

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