La experiencia de la sed nos recuerda lo que necesitamos el agua. Y es una experiencia que nos va haciendo perder el control de nuestra humanidad. Cuando falta el agua la mente razona peor y llega a ver visiones, nuestro organismo se atrofia y dejamos de comportarnos como querríamos. Cuando encontramos la fuente del agua, la vida regresa.
El bautismo es la fuente de un agua y una vida renovada en el Espíritu, la que nos da la nueva identidad y dignidad de hijos de Dios. La fuente a la que beber este agua es el mismo Cristo.
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