Reposa en el Señor y espera en Él
(Sal 37, 7)
(Sal 37, 7)
Dios habla en el silencio del corazón
Mas son muchas las maneras como Dios habla con nosotros. Alguna vez nos habla sirviéndose de un instrumento, por ejemplo, el códice de las divinas Escrituras; habla mediante algún elemento del mundo, como habló mediante la estrella de los magos (cfr. Mt 2, 2). ¿En qué consiste el hablar, sino en manifestar la voluntad? Habla mediante la suerte, como cuando ordenó sustituir a Judas con Matías 17; habla mediante un alma humana, como por el profeta; habla mediante un ángel, como aceptamos que habló a algunos patriarcas (cfr. Gn 22, 11), profetas (cfr. Dan 14,33) y apóstoles (cfr. Act 5,19-20); habla mediante alguna criatura hablante y sonante, como leemos y retenemos que se produjeron voces en el cielo, aunque no se veía a nadie con los ojos (cfr. Mt 3,17). Por último, al hombre Dios no le habla de una sola manera; no me refiero al habla exterior, haciéndose percibir por los oídos y por los ojos, sino a la interior, en el corazón: le habla o en sueños, como se mostró a Labán el sirio, para que no hiciera mal alguno a su siervo Jacob (Gn 31,24), y al faraón a propósito de los siete años de opulencia y otros tantos de carestía (cfr. Gn 41,1-7); o posesionándose del espíritu de un hombre, a lo que los griegos llaman «éxtasis», como cuando Pedro en oración vio un recipiente bajado del cielo, lleno de semejanzas de los gentiles que habían de creer (cfr. Act 10,10-16); o en la mente cuando, sea quien sea, descubre su majestad y su voluntad, como en el caso de Pedro mismo, que, en aquella visión conoció, pensando en su interior, qué quería el Señor que hiciese (cfr. Act 10,19). Pues esto nadie puede conocerlo, a no ser que sea capaz de reconocer un cierto clamor silencioso de la verdad que resuena en su interior. Dios habla también a la conciencia de los buenos y de los malos; ya que nadie puede, rectamente, aprobar la obra buena y desaprobar el pecado, sino en presencia de la voz de la verdad que alaba o acusa en el silencio del corazón. Mas la verdad es Dios. Dado que ella habla de tantas maneras a los hombres, a los buenos como a los malos -aunque no todos a los que habla de tantas maneras puedan ver también su sustancia y naturaleza- ¿qué hombre puede, conjeturando o pensando, abarcar de cuántas y de qué maneras habla la misma verdad a los ángeles, sea a los buenos que gozan de su inefable fulgor y hermosura, contemplándola por medio de su admirable caridad, sea a los malos, que, depravados en su soberbia y ubicados por la verdad misma en los lugares inferiores, pueden oír su voz de ciertas maneras ocultas, aunque no son dignos de ver su rostro?
Por lo tanto, amadísimos hermanos, fieles de Dios e hijos verdaderos de nuestra madre la Iglesia católica, que nadie os engañe con alimentos envenenados, aun en el caso de que todavía os alimentéis con leche (cfr. 1Cor 3,2; Heb 5,12-14). Caminad con perseverancia en la fe de la verdad (cfr. 1Tes 2,12) para que podáis llegar en el tiempo oportuno a la visión clara de la misma verdad (cfr. Tit 1,1-2). Pues, según dice el Apóstol, Aún aquí en el cuerpo, somos peregrinos lejos del Señor; caminamos en la fe, no en la visión (2Cor 5,6-7). La fe cristiana nos conduce a la realidad, esto es, a la visión del Padre. Por eso dice el Señor: Nadie viene al Padre si no es por mí (Jn 14,6-10)
(Serm. 12, 4-5)
EN BREVE...El Señor no hace que las orejas del cuerpo le oigan más fuerte que en el secreto del pensamiento, donde sólo él escucha, donde sólo Él es oído (Serm 12,3)
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