Lunes de la primera semana


Vigilad, que vuestro adversario el Diablo,
como león rugiendo,
da vueltas buscando a quien devorar.
Resistidle firmes en la fe,
(1Pe 5, 8-9)






Dios tienta al hombre, para que el hombre se conozca

Sepa, por tanto, vuestra caridad, que Dios no pone a prueba para saber algo que antes desconociera, sino para que, poniendo él mismo a prueba, es decir, interrogando, se manifieste lo que hay oculto en el hombre. Pues el hombre no se conoce a sí mismo como le conoce el creador, ni el conocimiento que el enfermo tiene de sí es superior al que de él que tiene el médico. Enferma una persona; es ella la que sufre, no el médico, pero la que padece desea escuchar al que no padece. Por eso en el salmo grita un hombre: Límpiame, Señor, de lo que se me oculta. En efecto, hay en el hombre realidades ocultas a aquel en quien están, y no aparecen, ni se descubren ni se da con ellas si no es en las pruebas. Si Dios deja de poner a prueba, cesa de enseñar como maestro. Dios pone a prueba para enseñar, el diablo para engañar. Pero si el tentado no le da lugar, la prueba es rechazada en cuanto vana e irrisoria. Por eso dice el Apóstol: No deis ocasión al diablo. Los hombres dan ocasión al diablo a través de sus apetencias. Porque los hombres no ven al diablo con el que luchan, pero tienen un remedio fácil: vencerse dentro a sí mismos, y de esa manera triunfan fuera sobre el diablo. ¿Por qué decimos eso? Porque el hombre ignora lo que es, a no ser que la prueba le lleve a conocerse. Y cuando se haya conocido, no sea negligente. Y si lo era cuando no se conocía, no lo sea cuando ya se conoce.
 (Serm. 2, 3)

EN BREVE...Tu omnipotente mano no está lejos de mí ni siquiera cuando yo estoy lejos de Ti.....Oh, Señor, tu golpeas, pero para sanar después, matas, para que no se muera lejos de Ti. (Confess. 2, 2)

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