Escuchando el susurro de Dios

El modo en que Dios me llamó a la vida religiosa, como casi todas las cosas verdaderamente importantes de mi vida, tuvo muy poco que ver con acontecimientos fuera de lo común. Fue un susurro más que un grito. La idea de ser agustino me pareció aceptable, aunque sin exageraciones, y decidí probar. Nunca me he arrepentido de una decisión que me ha conducido a muchos lugares del mundo, pero sobre todo a mí mismo. Mi primera estancia en la Vid, que duró casi un año, constituye sin duda el periodo más feliz de toda mi vida.
Es más, a pesar de que nada lo hacía prever, las cosas discurrieron de tal manera que no fui ordenado en Roma, sino en la Iglesia de la Santa María de la Vid, ante su incomparable Señora, y con mis compañeros de curso. He vuelto desde entonces a La Vid con regularidad, unas veces como profesor y otras como simple miembro de la Comunidad. Pero siempre me he sentido subyugado por un algo que no sabría describir. Algo que me hace ser más piadoso y reflexivo.

P. Marceliano Arranz

Rector Emérito de la Universidad Pontificia de Salamanca

No hay comentarios:

Publicar un comentario