Lunes de la Segunda Semana

Con quien tienes pleito busca rápidamente un acuerdo, mientras vas de camino con él.
Si no, te entregará al juez, el juez al alguacil y te meterán en la cárcel.
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(Mt 5, 25)






¡La Palabra es tu adversario!

Mas, si hay que estar a la espera de ese día incierto como si llegase cada día, arréglate con el adversario mientras va contigo de camino 4. Pues se llama camino a esta vida, por el que todos pasan. Y ese adversario no se aleja.
Pero ¿quién es ese adversario? No es el diablo, pues la Escritura nunca te exhortaría a ponerte de acuerdo con él. Es, pues, otro el adversario, a quien el hombre mismo convierte en su propio adversario,
Chi è dunque l'avversario? La Parola di Dio. La Parola di Dio è il tuo avversario. Perché è avversario? Perché comanda cose contrarie a quelle che fai tu. Ti dice: Unico è il tuo Dio (Dt 6, 4; cf. Es 20, 2-3), adora l'unico Dio. Tu invece, abbandonato l'unico Dio, che è come il legittimo sposo della tua anima vuoi fornicare con molti demoni e, ciò che è più grave, non lo lasci e non lo ripudi apertamente come fanno gli apostati, ma rimanendo nella casa del tuo sposo, fai entrare gli adulteri. Cioè, come cristiano non abbandoni la Chiesa, ma consulti gli astrologi o gli aruspici o gli indovini o i maghi. Da anima adultera, non abbandoni la casa dello sposo, ma ti dai all'adulterio, pur rimanendo sposata con lui. Ti si dice: Non assumere invano il nome del Signore Dio tuo (Es 20, 7), perché non pensi che sia creatura Cristo, per il fatto che per te ha assunto la creatura. E tu disprezzi lui che è uguale al Padre e una sola cosa con il Padre (cf. Gv 10, 30).

. ¿Quién es, entonces, el adversario? La palabra de Dios. La palabra de Dios es tu adversario. ¿Por qué es tu adversario? Porque prescribe lo contrario de lo que haces. Ella te dice: Tu Dios es único (Dy 6,4; Ex 20,2-3), adora a un único Dios. Tú, abandonando a tu único Dios, que es como el marido legítimo del alma, quieres fornicar con muchos demonios y, lo que es más grave, no abandonándolo y repudiándolo abiertamente, como hacen los apóstatas; lo que haces es permanecer en la casa de tu marido y admitir en ella a los adúlteros. Con otras palabras: como cristiano, no abandonas la Iglesia, consultas a los astrólogos, o a los arúspices, o a los augures o a los hechiceros. Como alma adúltera, no dejas la casa de tu marido y, sin romper el matrimonio con él, te entregas al adulterio. Se te dice: No tomes en vano el nombre del Señor tu Dios (Ex 20,7). No pienses que Cristo es una criatura, porque tomó por ti una criatura. Y tú desprecias al que es igual al Padre y una sola cosa con el Padre (cfr. Jn 10,30)..
Se te dice que guardes espiritualmente el sábado (cfr. Ex 20,8), no como lo observan los judíos, evitando todo trabajo físico, pues quieren quedar libres para ocuparse en sus bagatelas y lujurias. Mejor estaría el judío haciendo algo útil en su campo que alborotando en el teatro. Y mejor estarían sus mujeres trabajando la lana en sábado que danzando impúdicamente todo el día en sus balcones.
A ti, en cambio, se te ordena que guardes espiritualmente el sábado: en la esperanza del futuro descanso que el Señor te promete. Pues todo el que hace lo que puede en pro de ese descanso futuro, aunque parezca trabajoso lo que hace, si lo refiere a la fe del descanso prometido, todavía no goza el sábado en la realidad, pero lo posee en la esperanza. En cambio, tú quieres descansar para sufrir fatiga, siendo así que deberías sufrir fatiga para descansar. Se te dice: Honra a tu padre y a tu madre (Ex 20,12); tú, en cambio, haces a tus padres la afrenta que no quieres sufrir de tus hijos. Se te dice: No matarás (Ex 20,13); tú, sin embargo, quieres matar a tu enemigo, y quizá tal vez no lo haces por temor al juez humano, no porque pienses en Dios. ¿Ignoras que él es testigo de tus pensamientos? Aunque siga en vida el que tú quieres que muera, Dios te considera homicida en tu corazón (1Jn 3,15). Se te dice: No cometerás adulterio (Ex 20,14), esto es, no te acercarás a otra mujer que no sea la tuya. En cambio tú exiges eso de tu mujer y no quieres corresponderle con lo mismo, y, no obstante, que debas ir por delante de tu mujer en la virtud, puesto que la castidad es una virtud, caes a la primera acometida de la pasión, y queriendo que tu mujer salga vencedora, tú yaces por tierra derrotado.
Cuando ordena esto, la palabra de Dios es el adversario. Pues los hombres no quieren hacer lo que quiere la palabra de Dios. Y ¿qué diré? ¿Qué es adversario la palabra de Dios porque manda? Yo mismo temo convertirme en adversario de algunos por decir estas cosas. ¿Y qué me importa? Hágame fuerte aquel que me infunde temor para que hable sin temer las lamentaciones de los hombres. Los que no quieren ser fieles a sus mujeres -y abundan los tales- no quieren que yo diga esto. Pero he de decirlo, lo quieran o no. Porque, si no os exhorto a poneros de acuerdo con el adversario, entraré yo en conflicto con él. Quien os manda a vosotros que seáis fieles a vuestras mujeres es el que me manda a mí hablar. Si vosotros os convertís en adversario suyo cuando no hacéis lo que os manda, yo me constituiré en adversario suyo si no digo lo que me manda decir.
   (Serm. 9, 2-3)




EN BREVE...Preocupáos ante todo de no dejaros tentar si no entendéis aún las Escrituras santas; si las entendéis, de no ensoberbeceros; lo que no entendéis dejadlo para otro momento con respeto, y lo que entendéis, acogedlo con sentimientos de caridad. (Serm. 51, 35)

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