Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo,
cargue con su cruz cada día y sígame.
Quien quiera salvar su vida la perderá;
pero quien pierda su vida por mí la salvará.
(Lc 9, 23-24)
cargue con su cruz cada día y sígame.
Quien quiera salvar su vida la perderá;
pero quien pierda su vida por mí la salvará.
(Lc 9, 23-24)
Si amas la vida....entonces debes perderla
Veamos, pues, qué es el niéguese a sí mismo (Mc 8, 34). Grande es, amadísimos hermanos, la recompensa que tenemos a nuestro alcance. Acabamos de escuchar la confesión del bienaventurado mártir Cipriano: «Yo adoro a un único Dios, que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos». Calla Dios, pero hablan sus obras. Ved a qué Dios, a cuál Dios; mejor, no tal o cual, sino simplemente el Dios en quien creyó Cipriano. ¿Qué significa, pues, niéguese a sí mismo? Niégate a ti mismo. ¿Y qué significa esto? ¿Se te obliga a negar a Dios? Niégate a ti, pero no niegues a Dios. No ames esta vida temporal y esfuérzate, por el contrario, por la vida eterna; más aún, cede ante la vida eterna para hacerte eterno también tú; niégate para confesar a Dios; niégate, hombre, para ser como los ángeles; niégate, hombre mortal, para que, después de haber confesado a Dios, merezcas vivir por siempre. He aquí que amas la vida temporal: No quieras negar a Dios por no negarla a ella. Si Dios, a quien negaste y a quien no quisiste confesar, se aparta de ti, tendrás la vida temporal, que no quisiste negar. Veamos, pues, por cuánto tiempo has de durar en esta vida. Llegará el mañana, y después del mañana, otro día, y después de muchos más llegará el fin. ¿Y adonde irás? ¿Adonde saldrás? Ciertamente, hacia Dios, a quien negaste. ¡Oh desgraciado e infeliz! Negaste a Dios, y quieras o no, has perdido también la vida temporal. Esta vida, hermanos amadísimos, queramos o no, pasa, corre; neguémonos, pues, en esta vida temporal para merecer vivir por siempre. Niégate a ti y confiesa a Dios. ¿Amas tu alma? Piérdela. Pero me dirás: «¿Cómo voy a perder lo que amo?» Eso lo haces también en tu casa. Amas el trigo, y esparces ese trigo que con tanto cuidado habías almacenado en tu granero, que con tanta fatiga de siega y trilla habías limpiado; ya guardado y limpio, cuando llega la sementera, lo tiras, lo esparces, lo cubres de tierra para no ver lo que esparces. Mira cómo, por amor al trigo, esparces el trigo; derrama la vida por amor a la vida; pierde tu alma por amor a ella, puesto que, una vez que la hayas perdido por Dios en este tiempo, la encontrarás en el futuro para que viva eternamente. Derrama, pues, la vida por amor a la vida.
(Serm. 313/D, 2)
Sirven, pues, a Cristo quienes buscan no lo suyo, sino lo de Jesucristo (Flp 2,21). En efecto, «sígame» significa esto: camine por mis caminos, no por los suyos; como está escrito en otra parte: Quien dice que él permanece en Cristo, también ése mismo debe caminar como él caminó (1Jn 2,6) (...) Al hacer por causa de Cristo no sólo lo que se refiere a las obras de misericordia, sino todas las obras buenas, se hace servidor de Cristo hasta esa obra de caridad grande que es dar la propia vida por los hermanos, pues esto es darla también por Cristo. (In Io. Ev. 51, 12)
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