Viernes III Semana de Cuaresma

"Un espíritu humillado es sacrificio a Dios,
un corazón desgarrado y humillado, Dios no lo desprecias".
(Sal 51, 19)




Hacer el bien es el verdadero sacrificio

 Por consiguiente, hemos de estar convencidos de que Dios no necesita no sólo del ganado ni de cualquier otra cosa corruptible o terrena, sino ni siquiera de la misma justicia del hombre; y todo aquello con que se da culto a Dios cede en provecho del hombre, no de Dios. Como nadie pensará que favorece a la fuente, cuando bebe, o a la luz, cuando ve.Ni el hecho de los sacrificios hechos por los antepasados en las víctimas de los animales, que hoy lee el pueblo de Dios y ya no practica, se ha de pensar significaba otra cosa que por aquellas cosas se significaba lo que se realiza en nosotros para unirnos a Dios y conducir al mismo fin a nuestro prójimo. El sacrificio visible, pues, es el sacramento o signo sagrado del sacrificio invisible. Por eso dice el penitente en el profeta, o el mismo profeta, buscando tener propicio a Dios por sus pecados: Si hubieras querido un sacrificio, te lo hubiera ofrecido; Tú no te deleitarás con los holocaustos. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado, un corazón quebrantado y humillado Tú no lo desprecias (Sal 50,18-19) Veamos cómo donde dice que Dios no quiere sacrificio, allí muestra que sí lo quiere. No quiere el sacrificio del animal muerto, pero quiere el sacrificio del corazón contrito.
Por eso se dice en otro lugar de otro salmo: Si tuviera hambre, no te lo diría; pues el orbe y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo carne de toros, beberé sangre de cabritos? Como si dijera: Si me fueran ciertamente necesarios, no te pediría a ti lo que está en mi poder. Luego, añadiendo lo que significan, dice: Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo e invócame el día del peligro: yo te libraré, y tú me darás gloria (Sal 49,14-15)

.También en la epístola a los Hebreos se dice: No os olvidéis de la solidaridad y de hacer el bien, que tales sacrificios son los que agradan a Dios (Heb 13,16). Por eso aquel texto quiero lealtad, no sacrificios (Os 6,6) debe entenderse como la preferencia de un sacrificio sobre el otro, ya que lo que todos llaman sacrificio es el signo del verdadero sacrificio. Pero la misericordia es el verdadero sacrificio
 (Civ Dei X, 5)

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