“Pero ¿de dónde les vienen estos goces a los que se hallan aún en la tierra si no es de los divinos discursos, de las palabras de Dios, de alguna parábola inquirida e investigada de la Escritura, de la dulzura del hallazgo, al cual precede el trabajo de la investigación? En los libros se encuentran ciertas alegrías santas y buenas, mas no en el oro, ni en la plata, ni en los banquetes, ni en la molicie, ni en la pesca, ni en la caza, ni en el juego, ni en la danza, ni en los teatros frívolos, ni en la búsqueda y consecución de los honores ruinosos. En estas cosas y en esta clase de libros no hay gozos verdaderos. Por tanto, si el alma atravesó estas hondonadas, deleitada por haber atravesado estas cosas, diga, porque lo dice segura y con verdad: Me contaron los impíos sus deleites, pero no son como tu ley, ¡oh Señor! Venga aún este Idito y atraviese a los que se gozan en las cosas deleznables, y se deleite en estos preceptos, y se alegre en la palabra del Señor, en el goce de la ley del Altísimo"
(Comentario al salmo 38,2).
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