"Te exhorto con todas mis fuerzas a que no te duela entregarte de lleno al estudio de las Letras auténticas y ciertamente santas. Es una realidad auténtica y sólida, no fascina al alma con palabras seductoras ni repite una vana cantinela velada con los celajes de la lengua. Impresiona mucho al que está ávido de realidades y no de palabras. Mucho aterra al que vive seguro de su conducta. Te exhorto a que leas con preferencia las Epístolas apostólicas, pues por ellas te animarás a leer los profetas, de cuyo testimonio usan los apóstoles. Y si, cuando lees o meditas, surge algún problema para cuya solución pueda yo parecerte necesario, pídeme una contestación. Quizá, con la ayuda de Dios, podré mejor hacerlo que hablar cara a cara contigo"
(Carta 132).
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