"Por donde exhorto a vuestra prudencia, señores dilectísimos y hermanos justamente honorables, a que meditéis con un corazón totalmente cristiano la Escritura de Dios, quien anunció que nos sobrevendría todo eso y nos preparó para que lo tolerásemos con fortaleza, frente a las vanas palabras maldicientes y las sospechas temerarias de los hombres"
(Carta 77,1).
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