"Esto nos llena de turbación; mas con esta nuestra turbación no dejemos de sudar y de trabajar, y con el sudor llegaremos a purificarnos. Esforcémonos, cuanto con el socorro de Dios podamos, en penetrar en el abismo profundo de estas palabras. Tal vez sea temeridad querer discutir y escudriñar las palabras de Dios. Pero ¿para qué se dicen sino para que se sepan? Y ¿para qué han sonado sino para que se oigan? Y ¿para qué se oyen sino para que se entiendan? Que nos dé, pues, Él fuerzas y que nos conceda algo, cuanto Él se digne, y si aun con esto llegamos a la fuente, bebamos de los riachuelos"
(Comentario al evangelio de Juan 21,12).
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