La medicina de la Palabra


"Sé de cierto que debo estudiar todas las medicinas contenidas en sus Escrituras y dedicarme a la oración y a la lectura. Debo adquirir para tan peligroso puesto la oportuna salud del alma mía. No la adquirí antes porque no tuve tiempo para ello. Fui ordenado justamente cuando buscaba ocasión y espacio para meditar la Sagrada Escritura; ya me estaba dando traza para buscarme el ocio con esa finalidad. Aun no conocía bastante mi deficiencia en ese aspecto, y ahora me atormenta y aterra. Mas, ya que los hechos me han dado experiencia de lo que necesita un hombre para distribuir al pueblo el sacramento y la palabra de Dios, no me es posible en la actualidad adquirir lo que reconozco que me falta. ¿Quieres, pues, que yo perezca, padre Valerio? ¿En dónde está tu caridad? ¿De cierto me amas? ¿De cierto amas a la Iglesia, a cuyo ministerio me has dedicado? Seguro estoy de que nos amas a mí y a ella. Pero me juzgas preparado. Yo, sin embargo, me conozco mejor"
(Carta 21,3).

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