“En todos estos libros, los que temen a Dios y los mansos por la piedad buscan la voluntad de Dios. Lo primero que se ha de procurar en esta empresa es, como dijimos, conocer los libros, si no de suerte que se entiendan, a lo menos leyéndolos y aprendiéndolos de memoria o no ignorándolos por completo. Después se han de investigar con gran cuidado y diligencia aquellos preceptos de bien vivir y reglas de fe que propone con claridad la Escritura, los cuales serán encontrados en tanto mayor número en cuanto sea la capacidad del que busca. En estos pasajes que con claridad ofrece la Escritura se encuentran todos aquellos preceptos pertenecientes a la fe y a las costumbres, a la esperanza y a la caridad, de las cuales hemos tratado en el libro anterior. Después, habiendo adquirido ya cierta familiaridad con la lengua de las divinas Escrituras, se ha de pasar a declarar y explicar los preceptos que en ellas hay obscuros, tomando ejemplos de las locuciones claras con el fin de ilustrar las expresiones obscuras, y así los testimonios de las sentencias evidentes harán desaparecer la duda de las inciertas”
(Sobre la doctrina cristiana 2, 9, 14).
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