"El deleite de la divina palabra y la dulzura que se percibe al entender la palabra de Dios nos impele, ayudando Aquel que da la suavidad para que produzca su fruto nuestra tierra, a mí a hablar, y a vosotros, a oír. Veo que oís sin hastío, y me alegro del paladar de vuestro corazón, que no desecha lo que es saludable, sino que lo toma con avidez y lo retiene con provecho"
(Comentario al salmo 61, 1).
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