"Sed cumplidores de la palabra y no sólo oyentes, engañándoos a vosotros mismos. A vosotros mismos os engañáis, no al autor de la palabra ni al ministro de la misma. Partiendo de esta frase que mana de la fuente de la verdad a través de la veracísima boca del apóstol, también yo me atrevo a exhortaros, y mientras os exhorto a vosotros, pongo la mirada en mí mismo. Pierde el tiempo predicando exteriormente la palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior. Quienes predicamos la palabra de Dios a los pueblos no estamos tan alejados de la condición humana y de la reflexión apoyada en la fe que no advirtamos nuestros peligros"
(Sermón 179,1).
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