Atesorar la Palabra


"Traté de consolarle con la palabra de Dios; pero él no era del número de las sabias hormigas, que recogen durante el verano para tener de qué vivir en el invierno. Cuando reina la tranquilidad, entonces debe el hombre recoger para sí la palabra y esconderla en el interior de su corazón, conforme oculta la hormiga en socavadas estancias los trabajos del verano. Durante el verano se dedica a hacer esto; llega el invierno, es decir, se presenta la tribulación, y si no encontrase interiormente comida, necesariamente perecería de hambre. Este no había atesorado la palabra de Dios; sobrevino el invierno, y no encontró aquí, de donde sólo podía recibir consuelo, lo que buscaba, puesto que tampoco podía recibir de la palabra de Dios, que no atesoró"
(Comentario al Salmo 36, s.2, 11).

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