"Los que conocen las Escrituras divinas, los que asiduamente concurren a esta escuela, los que no odian al maestro como alumnos desesperanzados y prestan atención a los lectores en la Iglesia y abren completamente el recipiente de su corazón a lo que fluye de la Escritura divina... Sin embargo, pensando en otros que, al menos ahora, están aquí prestando atención, aunque en otras ocasiones no estén tan atentos, o que tal vez acostumbrados a sofocar en su corazón la semilla, es decir, la palabra útil, con las espinas del siglo, o, con otras palabras, con las preocupaciones mundanas; pensando en ellos narremos también estas cosas, aunque son antiquísimas y muy conocidas para quienes suelen estar atentos y dedicarse al estudio de las letras divinas"
(Sermón 32, 2).
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