(Comentario a Juan 2, 5).
Enviado de Dios
"Porque era hombre, que ocultaba su divinidad, le precedió un gran personaje con la misión de testificar que era más que hombre. Y éste, ¿quién es? Hubo un hombre. ¿Cómo este hombre podía dar testimonio de la verdad sobre Dios? Es que era un enviado de Dios. ¿Cuál es su nombre? Juan. ¿Cuál es el fin de su misión? Vino como testigo, con la misión de dar fe acerca de la luz, con el fin de que por él creyeran todos en ella. ¿Quién es este que da testimonio de la luz? Algo grande es este Juan, inmensa excelencia, gracia insigne, altísima cumbre. Admiradlo, sí, admiradlo, pero como se admira una montaña. Una montaña está en tinieblas si no se la viste de luz. Admira a Juan, pero oye lo que sigue: No es él la luz. Porque, si crees que el monte es la luz, ese mismo monte es tu ruina en vez de ser tu consuelo. Es la montaña, como montaña, lo único que debes admirar. Levanta el vuelo hasta Aquel que ilumina el monte, hasta Aquel que subió a tanta altura para recibir primero los rayos que él envía a tus ojos. No es Juan, pues, la luz"
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