(Anotaciones a Job, 9).
Mi juez es el Señor
"Pero aún en el caso de que yo fuera justo, no me escuchará suplicándole y a la vez alardeando de mi justicia. Al sentar un paralelo entre aquellas realidades y las realidades inmutables y duraderas de Dios, Dios no me dará oídos, ya que soy injusto. Luego tengo la imperiosa necesidad de su misericordia. Recabaré su juicio, porque no puedo juzgar personalmente si soy justo. Así se explica el pasaje: ni siquiera me juzgo a mí mismo. Mi juez es el Señor. Pero si le llamo y no me responde, no creo que haya escuchado mi voz. Cuando acudo en demanda de su juicio, si es que no me escucha, no creeré que haya atendido ni una sola vez a mi ruego. Porque me ha oído en causas ocultas, y no precisamente porque mi demanda sea acreedora de su miramiento... En efecto, el ser poderoso, siempre se sale con la suya. Sale victorioso para que yo haga su voluntad, no la mía. Porque, aunque yo sea justo, mi boca proferirá impiedades, si me creo justo"
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