(Comentario al Salmo 118, s.20, 1).
Simeón y la espera
"Luego este defecto es bueno, pues indica deseo del bien que aún no ha conseguido, pero lo anhela avidísima y vehementísimamente. ¿Y quién dice esto? El linaje escogido, el sacerdocio real, la gente santa, el pueblo de adquisición; y lo dice desde el origen del género humano hasta el fin de este siglo, en aquellos que en su respectivo tiempo vivieron, viven y vivirán aquí deseando a Cristo. Testigo de esto es el santo anciano Simeón, el cual, habiendo tomado en sus manos al Señor siendo niño, dijo: Ahora, Señor, despacha en paz a tu siervo, según tu palabra, porque vieron mis ojos tu salud. Dios le había vaticinado que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. El mismo deseo que tuvo este anciano ha de creerse que lo tuvieron todos los santos de los tiempos pasados”
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