No repliques a Dios

"Cuando aquellos varones santos y veraces atribuyeron al oculto poder de Dios, en cuanto al orden de la narración, las cosas casi fortuitas de sus recuerdos, no es conveniente que ningún hombre muy alejado de los ojos de Dios y peregrinando lejos de Él diga: En este lugar debió poner esto, porque ignora en absoluto por qué quiso Dios que lo pusiera en aquel sitio. Porque dice el Apóstol: Y si nuestro evangelio está velado, lo está para los que se pierden; y tras escribir: Para unos somos olor de vida que lleva a la vida, para otros olor de muerte que lleva a la muerte, añadió a continuación: Y ¿quién es idóneo para esto?, es decir, ¿quién es capaz de entender cuán justamente se hace? Lo mismo dice el Señor: Yo he venido para que quienes no ven vean, y quienes ven se vuelvan ciegos. Es esa la profundidad de las riquezas de la sabiduría y ciencia de Dios que, de la misma masa, hizo una vasija para usos nobles y otra para usos despreciables, y por la que se dice a la carne y a la sangre: ¡Oh hombre!, ¿quién eres tú para replicar a Dios?" 
(Concordancia de los evangelistas 3, 13, 48).

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