Mi fortaleza es el Señor

"Bebió del pecho divino el agua que nos ha dado a beber. Pero solamente nos dio la palabra. La intelección hay que beberla en la fuente misma en que él la bebió. Levanta, pues, los ojos a la montaña, de donde te vendrá el auxilio y de donde recibirás la copa, que es la palabra que se te ofrece. Pero como el auxilio nos viene del Señor, que ha hecho el cielo y la tierra, llena tu corazón en la fuente donde el evangelista llenó el suyo: pues por eso dices: Mi fortaleza es del Señor, que hizo el cielo y la tierra. Que te lo llene, pues, el que puede hacerlo. Lo que he dicho, hermanos, significa que cada uno levante su corazón hasta donde vea llega su capacidad y entienda lo que se le dice. Alguno tal vez dirá que mi presencia está más próxima que la de Dios. No es verdad. Es mucho más íntima la presencia de Dios. Mi persona sólo está delante de vuestros ojos de carne. Dios rige vuestras conciencias. Oídme a mí con atención, pero vuestro corazón levantadle a Él: llenaréis así el vacío de ambos. Ahora tenéis fijos en mí vuestros ojos y los sentidos de la carne, mejor dicho, no en mí (yo no soy una de aquellas montañas), sino en el Evangelio, en el evangelista. El corazón ponedlo en el Señor; sólo Él puede llenarlo. Y elévelo cada uno al Señor, como quien ve con claridad qué es lo que dirige y adónde lo dirige"
(Comentario a Juan 1, 7).

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