(Comentario al salmo 41, 7).
Siento sed de Aquel que hizo todo
"Sin embargo, oyendo todos los días: ¿Dónde está tu Dios?, y alimentado cotidianamente con mis lágrimas, pensé día y noche lo que oí: ¿Dónde está tu Dios?; y busqué yo también a mi Dios, para que, a ser posible, no solamente creyese en Él, sino que asimismo lo viese. Veo, pues, las cosas que hizo mi Dios, pero a Él, que las hizo, no le veo. Mas como deseo, como el ciervo, el manantial de las aguas, y en él hay fuente de vida..., y como asimismo las cosas invisibles de Dios se patentizan por las que han sido hechas, ¿qué haré para ver a mi Dios? Pondré la mirada en la tierra; ella fue hecha. Grande es la hermosura de la tierra, pero tiene su artífice. Portentosas son las maravillas de las semillas y de todos los seres que engendran, pero todas estas cosas tienen su Creador. Contemplo la amplitud del dilatado mar; me aturdo, me admiro, yo busco al Artífice. Miro al cielo, y veo la belleza de las estrellas; contemplo el esplendor del sol ejerciendo señorío del día y observo la luna atemperando la oscuridad de la noche. Maravillosas son estas cosas; son dignas de ser alabadas o de ser admiradas; no son terrenas, sino celestes. Con todo allí no está el anhelo de mi sed. Admiro estas cosas, las alabo, pero siento sed de Aquel que las hizo. Entro en mi interior y sondeo quién sea yo que indago estas cosas"
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