”Cuando el alma se deleita en sí misma, no se deleita aun en una cosa inalterable; por eso es soberbia todavía, porque se tiene por lo más alto, siendo así que es más alto Dios. Pero no se la deja sin castigo en su pecado, ya que Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. En cambio, cuando el alma se deleita en Dios, en El encuentra el descanso auténtico, cierto y eterno, que en otras partes buscaba y no encontraba. Por eso se la avisa en el salmo: Deléitate en el Señor, y Él satisfará las peticiones de tu corazón"
(Epístola 55, 10, 18).
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