(Sermón 213, 2).
Dios Padre Todopoderoso
“Creo en Dios Padre todopoderoso. Ved cuán pronto se dice y cuál es su valor. Es Dios y es Padre: Dios por la potestad, Padre por la bondad. ¡Qué dichosos somos los que hemos encontrado a Dios como nuestro Padre! Creamos, pues, en Él y esperémoslo todo de su misericordia, puesto que es todopoderoso; por eso creemos en Dios Padre todopoderoso. Que nadie diga: No puede perdonarme mis pecados. ¿Cómo no va a poderlo el todopoderoso? Pero insistes: Es mucho lo que he pecado. Yo insisto también: Pero Él es todopoderoso. Y tú: Son tales los pecados que he cometido, que no puedo ser liberado ni purificado de ellos. Te respondo: Pero Él es todopoderoso. Ved lo que le cantáis en el salmo: Bendice, alma mía, al Señor y no olvides los beneficios de quien es misericordioso con todas tus iniquidades y sana todas tus enfermedades. Para esto no es necesaria su omnipotencia. Era necesaria a toda la creación para ser creada: Él es todopoderoso para hacer lo mayor y lo menor, lo celeste y lo terrestre, lo inmortal y lo mortal, lo espiritual y lo corporal, lo visible y lo invisible; es grande en las cosas grandes, sin ser pequeño en las pequeñas; para acabar, es todopoderoso para hacer cuanto quiera. Digo también las cosas que no puede: no puede morir, no puede pecar, mentir, ser engañado; son tantas las cosas que no puede, que, si estuviesen en su posibilidad, dejaría de ser todopoderoso. Creed, pues, en Él y confesadlo: pues con el corazón se cree para la justicia y con la boca se confiesa para la salvación. Por tanto, una vez que hayáis creído, es preciso que confeséis la fe, recitando el símbolo. Recibid ahora lo que debéis retener, luego recitar y nunca olvidar”
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