"Con la vista puesta en esta esperanza se doma el hombre. ¿Hay motivo para considerar intolerable al domador? Se le doma con la mente puesta en esta esperanza. ¿Hay motivo para murmurar contra el domador si alguna vez llega a servirse del látigo?... Tu Dios, tu redentor, tu domador, castigador y padre te corrige. ¿Con qué finalidad? Para recibir una herencia; para lo cual no es preciso en este caso enterrar al padre. Para que tengas como herencia al Padre mismo. Con esta esperanza te corrige, y ¿murmuras? Y si te acaeciere algo desagradable, ¿llegarías a blasfemar? ¿A dónde irías que te alejases de su presencia? Mira; te deja tranquilo y no te azota. Aunque te deje cuando blasfemas, ¿no le oirás cuando te juzgue? ¿No es mejor que te azote y te reciba, antes que perdonándote te abandone?"
(Sermón 55, 5).
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