(Comentario al salmo 109, 2).
Tu Hijo nos lleva en brazos
“Como se prometió el reino de los cielos a los pecadores que no permanecen en pecado, sino que se libran de él y obran la justicia, lo cual no lo consiguen si no es, como dije, por la ayuda de la gracia y mediante Aquel que siempre es justo, parecía increíble que Dios se preocupase de tal manera de los hombres. Quienes al presente desconfían de la gracia divina y no quieren convertirse a Dios alejándose de las malas costumbres para ser justificados por Él, y así comiencen, borrados todos sus pecados por el perdón de Dios, a vivir justamente en Aquel que jamás vivió injustamente, tienen grabado en sí mismos el pensamiento pernicioso de que Dios no se preocupa de las cosas humanas, y, por tanto, dicen que el Creador y gobernador de este mundo no puede pensar cómo viva cada uno de los mortales en la tierra. Así el hombre, que fue hecho por Dios, no cree que Dios se preocupa de él. A este hombre, si podemos hablarle, si nos atiende primero y después nos da cabida en su corazón, si no nos rechaza al buscarle, prefiriendo ser encontrado estando perdido, podríamos decirle: ¡Oh hombre!, ¿cómo no te ha de tener Dios en cuenta después de creado siendo así que se preocupó antes de ti para hacerte? ¿Por qué piensas que no has de ser contado en el gobierno de las cosas creadas? No creas al seductor; tus cabellos están contados por el Creador. Esto dijo el Señor a sus discípulos en el Evangelio para que no temiesen la muerte ni creyesen que con la muerte había de perecer algo suyo. Ellos temían sobremanera por la muerte del alma, pero Él les aseguró también los cabellos. Por tanto, ¿perecerá el alma de aquel que no perece el cabello? Sin embargo, hermanos, como a los hombres les parecía increíble lo que Dios prometía, que los hombres habían de igualarse a los ángeles de Dios, partiendo de esta mortalidad, corrupción, bajeza, debilidad, polvo y ceniza, no sólo hizo escritura a los hombres para que creyesen, sino que también puso un mediador de su fe; y no a cualquier príncipe o a un ángel o arcángel, sino a su único Hijo, para que por medio de Él nos mostrase y ofreciese el camino por el que nos había de conducir al fin que nos prometió. Poco hubiera sido para Dios haber hecho a su Hijo manifestador del camino, por eso le hizo camino, para que anduviésemos mediante Él, dirigiéndonos y caminando por Él”
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