(Comentario al salmo 88, 1, 6).
Todo confiesa tus maravillas
“Los cielos confesarán tus maravillas, ¡oh Señor! Los cielos no confesarán sus méritos, sino tus maravillas, ¡oh Señor! En toda misericordia a favor de los criminales, en toda justificación de los impíos, ¿qué alabamos sino las maravillas de Dios? Alabas porque resucitaron los muertos; alaba todavía más, porque fueron redimidos los inicuos. ¡Cuán inmensa es la gracia, cuán inmensa es la misericordia de Dios! Ves a un hombre entregado ayer a la vorágine de la embriaguez, hoy lo vemos adornado de la sobriedad. Ves a un hombre que ayer blasfemaba de Dios, hoy le contemplamos alabándole. Ves a un hombre que ayer adoraba a la criatura, hoy adora al Creador. Así desisten los hombres de todas estas incredulidades; no miren sus méritos; se hagan cielos; cielos que confiesen las maravillas de Aquel por quien fueron hechos los cielos. Porque veré –dice- los cielos, obra de tus dedos. Los cielos confesarán tus maravillas, ¡oh Señor! Para que conozcáis que los cielos han de confesar, ved en dónde confiesan, pues prosigue: Y tu verdad en la Iglesia de los santos. No hay duda que los cielos son los predicadores de la verdad. Pero ¿en dónde han de confesar tus maravillas y verdad? En la Iglesia de los santos. Reciba la Iglesia el rocío de los cielos; lluevan los cielos en la tierra sedienta, y produzca, al recibir la lluvia, frutos buenos, obras buenas; no produzca espinas en recompensa de la buena lluvia para que así no espere el fuego en lugar del granero. Confesarán los cielos tus maravillas, ¡oh Señor!, y tu verdad en la Iglesia de los santos. Luego los cielos confesarán tus maravillas y verdad. Todo lo que anuncian de ti procede y tuyo es; por lo mismo, predican seguros. Conocen, pues, a quien predican; por eso no pueden avergonzarse de lo que predican”
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